sábado, 12 de febrero de 2011

Cap. 12: Escaleras y relojes

En clase, distraída como siempre, los ojos se me cerraban. Ponía la mente en blanco, o intentaba escuchar, sin resultado alguno: no me enteraba de nada. Esa noche no había dormido muy bien y las malas noches pagan factura por la mañana. ¿Por qué las clases no serían por la tarde? Así la gente no tendría que madrugar…

Cuando tocó el timbre, salí de clase dando traspiés y casi me choco con Tamara, y luego con Loyola. Miré el reloj y pensé a qué hora podría volver a ver a Noah cuando me la encontré junto a mi taquilla. Parecía esperar a alguien. Miraba inquietamente a ambos lados del pasillo hasta que nuestras miradas se encontraron y vino hacia mí.

--- ¿Te importaría que fuese a tu casa después de clase? --- seguramente vió la cara que ponía, porque enseguida dijo--- Es que no va a haber nadie en mi casa y no me apetece estar sola… Bueno, ¿qué te parece?

La verdad es que no sabía lo que me parecía así que le dije que sí, para poder hablar con ella a solas.

--- ¡Gracias! Luego te guardo sitio en el autobús ¿vale? ¡Adiós!

Y se fue corriendo antes de dejarme contestar. Ese comportamiento hacía que en mi cabeza apareciese una jaqueca impresionante. No me acababa de acostumbrar a Noah.

A la salida me senté con ella en la parte de atrás. Poco después entró Coby y se sentó a mi derecha… Perfecto. La situación más cómoda del mundo.

--- ¡Hola!

--- Emm… hola. Coby, ésta es Noah. Noah, Coby.

--- Encantada.

--- Igualmente.

Me encantan esos silencios incómodos en los que a nadie se le ocurre absolutamente nada que decir.

Los minutos pasaban y mi impaciencia se iba incrementando mientras me mordía el labio. Finalmente, el autobús paró al lado de mi casa. Noah se levantó, me sonrió y me hizo un gesto con la cabeza para que le siguiese. Después de levantarme, miré a Coby y me dijo que le llamase. Seguí andando, mirándole y con el cejo fruncido pensando en de dónde iba a sacar su número de teléfono.

Cuando abrí la puerta, dejé pasar a la extraña en mi santuario rezando para que me sirviese de algo llevar al enemigo a mi casa.

--- ¡Qué chico más guapo! ¿Quién es?

--- Coby, un chico del insti.--- contesté.

--- ¡Oh! ¿Me lo dices en serio? --- dijo con sarcasmo. --- Ya me lo imaginaba, se ha montado en el autobús del insti, por si no te has dado cuenta… --- puso los ojos en blanco. --- Bonita casa. Es emm… muy rústica.--- señaló con no mucha convicción en la voz.

--- Gracias, creo.

Entró en la cocina y registró todo. Era bastante gracioso ver a Noah andando por allí como si fuésemos amigas de toda la vida… Gracioso en el sentido macabro de la palabra. Se quedó embobada mirando un sencillo reloj de pared que, por supuesto, no pegaba con nada. La verdad es que tenía su encanto: era de madera, haya creo; la base era cuadrada; las manecillas, blancas como el marfil; y en relieve, una flor, posiblemente una margarita con doce pétalos más cortos de lo normal con los que marcaba las horas. Sí, era bastante bonito.

--- Es exactamente igual que el que tenía mi abuela en su salón. --- dijo sin apartar la vista del aparato.

--- ¿Tenía? ¿Es que ya no? --- me arrepentí justo después de decirlo.

--- Murió --- contestó sin más.

--- Oh… lo siento.

--- No pasa nada, fue hace mucho tiempo… --- dijo con cierto matíz de tristeza. --- Bueno, no pensarás que he venido solo para hacerte compañía ¿no? --- y tosíó con un sonido parecido a --- Cog… mida.

Puse los ojos en blanco.

--- Ya voy, ya voy… --- dije con desgana.

Cogí las sobras de lasaña del día anterior y las metí al microondas mientras Noah salía de la cocina a seguir cotilleando. Puse la mesa y cuando estaba llenando la jarra de agua, Noah me llamó desde el piso de arriba. Subí las escaleras. Miraba un retrato torcido de la pared: era el de Leona.

--- ¿Quién es? --- preguntó con curiosidad.

--- Es… Leona.

--- Oh… La verdad es que le va que ni pintado --- contestó ella. --- ¿Cómo puede tener ese volumen de pelo? Bueno, que el resto del cuerpo tampoco se queda corto en eso de volumen… Jajajaja.

No pude contener una sonrisa. Era cierto que aquella melena de mi hermanastra era idéntica a la del animal que le daba su nombre, y además tenía un cuerpo que era más bien tirando a enorme. Era más fácil saltarla que rodearla. Hablando de Leona, hacía tiempo que no sabía nada de ella… Bueno, seguramente estaría comiendo así que mejor no pensar en ella.

--- Y ¿quién es? --- mis planes de olvidarla no parecían dar fruto.

--- Es mi hermana --- Noah frunció el cejo. --- Bueno, mi hermanastra.

--- Y… ¿te cae bien? --- preguntó con curiosidad, como si temiera que le dijese que sí.

--- Claro que no --- dije con una sonrisa. --- Es odiosa, siempre se mete conmigo, su madre la adora, siempre que cenábamos juntos en Navidad buscaban algo con lo que compararme con ella para que yo pareciese menos…

--- ¿Y no decían nada de su peso? 250 kilos, ¿no?

Sonreí. Me gustaba esta chica, aunque a veces era difícil de soportar, parecía que nos podíamos llegar a llevar bien.

Sonó el alarmita del microondas y bajamos las escaleras de nuevo. Antes de llegar a la puerta, Noah se quedó mirando el cuarto… no, el quinto escalón.

--- Ey, esto tiene un agujero… ---dijo con sorpresa.

--- ¿Qué? --- me sorprendió tanto o más que a ella. Llevaba buena parte de mi vida viviendo en aquella casa, incluyendo la época en la que me dio por tirar los cochecitos de juguete rodando por las escaleras y era bastante complicado que nunca me hubiese fijado en ese boquete que se abría en la izquierda del quinto escalón. Tenía la forma de cerradura. Era muy peculiar. La miré a ras del suelo y parecía bastante profunda. Era extraño…

--- Bueno, yo tengo hambre, así que… --- comentó Noah con sutileza.

--- Vale, vale, tranquila… --- recobré mi camino hacia la cocina y puse los cubiertos y los platos blancos con rosas en el centro sobre la mesa. Serví la lasaña y me senté. Noah me imitó.

Pocos mordiscos después, Noah levantó la cabeza y dejó el tenedor sobre el plato. Tragó con fuerza y respiró profundamente.

--- ¿Qué…

--- ¿Qué ha pasado con Heather? --- pregunté yo antes de que ella dijese nada.

Volvió a respirar hondo y respondió.

--- Se lo conté…

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