martes, 7 de septiembre de 2010

Cap. 9: El bosque


La clase se me estaba haciendo eterna. No es que fuese extraño, la verdad es que me suele pasar a menudo, pero esta esa especialmente larga.

La Srta. Sigoiu es una gran profesora. Siempre intenta hacer esta asignatura muy divertida, porque le gusta mucho y tal, pero cuando una asignatura es aburrida, por muy buena que sea la profesora, eso no hay quien lo cambie.

El segundero iba a la velocidad del minutero. Me di por vencida después de intentar escuchar cinco minutos de la insoportable lección y saqué mi cuaderno para dibujar. Me dediqué a dibujar líneas abstractas. De vez en cuando parecía que cogía forma, pero enseguida se volvía a difuminar todo.

Cuando ya me empezaba a aburrir de ello, justo sonó el timbre. Amontoné todo lo de encima de la mesa cogía la mochila y salí casi corriendo de clase. El pasillo era un caos. Me encontraba entre un montón de gente empujando y dando codazos, todos con el fin de llegar pronto a clase para coger un buen sitio. No había sido buena idea salir tan rápido. Me pegué a la pared esperando a que aquel río humano se disolviese poco a poco. Cuando los pasillos se volvieron transitables y solo quedaban un par de personas, me dispuse a caminar de nuevo cuando oí una voz a mi espalda.

---Bonito dibujo.--- me resultaba extraño oír ese tono de voz en esa persona: Noah.

No era sarcástico, ni irónico, ni burlón, parecía… amable. (No quiero decir el nombre de esa Hermana Monster ni el de ese adjetivo en la misma frase porque no quiero que mis lectores sufran un trauma psicológico).

Me di la vuelta, consciente de la cara de sorpresa/miedo/más sorpresa que yo tenía. Bajé la vista y me encontré con lo que Noah estaba mirando. Era mi cuaderno.

Esas líneas sin sentido se habían convertido en un precioso, aunque tenebroso bosque que parecía sacado de un cuento de hadas. En un claro había un lago de aguas placidas que parecías reflejar la luz del Sol. Me sorprendió bastante ver que eso lo había hecho yo misma.

---¿Es tuyo? Quiero decir, ¿lo has hecho tú? --- la voz de Noah me sacó de mi ensimismamiento.

---Sí, eso creo…--- afirmé con poca seguridad en la voz.

--- Es… maravilloso. No sabía que dibujases tan bien.

---Ni yo… --- mascullé en un susurro que casi no lo oí ni yo misma.

Sonó el timbre y me di cuenta de que esa conversación era del todo irrealista, pero no me dio tiempo de preguntarle a Noah a qué se debía su comportamiento porque se despidió y se fue tan rápido como yo había salido de la clase.

El resto del día me dediqué a pensar en todo detenidamente: Cobys que desaparecen, Hermanas Monster simpáticas (esto no crea un trauma, posiblemente un leve shock) y un dibujo que había hecho pero de forma inconsciente.

Solo llegué a la conclusión de que no había visto realmente a Coby y a Noah la habían abducido los extraterrestres y habían dejado a uno de los suyos en su lugar. Respecto al dibujo, no tenía ni idea de cómo podía haber dibujado yo eso, teniendo en cuenta mi 6 en plástica.

Esa noche me acosté con un dolor de cabeza horrible y con muchísimas ganas de descansar. En ese momento recordé que “alguien” me debía haber llamado aquella tarde. ¿A qué se debía la no-llamada de la persona que me dejaba las notas?

Me dormí pensando en ello. No sé si el rumbo de mis pensamientos tuvo algo que ver con la pesadilla de aquella noche, pero no la había tenido nunca.

Me encontraba en un bosque oscuro. Parecía de noche, aunque no se sabía muy bien porque las copas de los árboles no dejaban ver bien el cielo. No sabía porqué pero necesitaba correr. Y eso hice. Corrí hasta llegar a un lago de un claro. Ahora estaba segura de que era de noche.

No sabía qué hacer. Estaba nerviosa y no sabía porqué, quería correr pero, ¿hacia dónde? Me asomé a las aguas del lago. Estaban tan tranquilas… Acerqué más la cara hasta que mi imagen se reflejó las tranquilas aguas, pero no fui yo la que apareció, sino Alex, de nuevo. Luego apareció otra cara más. Y sentí que me empujaba hacia el fondo del lago. Yo trataba de dar bocanadas de aire pero lo único que entraba en mis pulmones era el agua gélida del lago, hasta que lo último que sentí fue que me ahogaba…

Me desperté muy agitada dando bocanadas tremendas de aire. Mis sueños eran tan realistas… Salté de la cama y busqué en mi mochila. Saqué el cuaderno. Tenía razón: el bosque de mi sueño era el que había dibujado esa mañana en el instituto.