jueves, 29 de julio de 2010

Cap. 8: Ilusiones


Me levanté de mi sitio temblando. Respiré hondo una vez y me encaminé hacia la puerta de clase. Todos me seguían mirando con esas caras tan estúpidas. Abrí la puerta y la dejé entreabierta mientras me dirigía al despacho del director Tell. Solo había entrado allí una vez porque un chico tiró una piedra al váter y yo lo había visto (vamos, de testigo), pero no me acordaba bien.

Llamé a la puerta con cierta vacilación esperando la ronca voz del director a través de la madera. Cuando la oí, abrí la puerta mirando al suelo y casi no me atreví a cerrarla. Cuando sonó un crujido, adelanté dos pasos y levanté la cabeza del suelo. Benjamin Tell había cambiado demasiado desde la última vez que le había visto: estaba totalmente calvo y una barbilla muy pronunciada sobresalía sobre todo. Unas gafas muy sencillas examinaban todo lo de su alrededor y además tenía un enorme lunar en su mejilla izquierda al que no podía dejar de mirar.

Levantó la vista del papeleo que tenía sobre su precioso escritorio de roble y se ajustó las gafas un poco sobre la nariz. Sus ojos marrón cálido le daban un aspecto afable y bonachón. Me relajé lo bastante para no dar un brinco cuando me invitó a que me sentara. Mis pasitos iban acompasados a los latidos de mi corazón. Me senté en la cómoda silla a trancas y barrancas. La verdad es que era un verdadero cambio de las incómodas sillas de case a esta. Que bien, acolchadita…

--- Señorita Launder --- su saludo me sacó de mi ensimismamiento y me tensé un poco de nuevo y él frunció el ceño. --- ¿se encuentra bien?

--- Eee, sí, perfectamente --- forcé una sonrisa aunque yo creo que me temblaba un poco la comisura del labio.

--- Bueno, la he mandado llamar por algo que usted debería saber. Está enterada ¿no? --- el corazón me dio un vuelco. No sabía cómo reaccionar. ¿Qué se supone que tenía yo que saber? No me había metido en ningún lío en todo el año… ¿Qué estaba pasando?

--- Lo siento, pero no se de que… de que habla…

--- Bueno, pues me alegra que yo le dé la noticia --- ¿? ¿Que le alegra? Definitivamente, estoy totalmente perdida. --- ha recibido una beca de estudios en la universidad de Oxford debido a su alto nivel en inglés. Sabemos que le queda mucho para tomar la decisión de aceptarla, pero en Oxford no se andan con pequeñeces y deseaban dársela ya.

--- Wow --- no sabía qué decir. Me había quedado en blanco. Yo no me esperaba ninguna beca, y menos de Oxford, y menos ahora.

--- Bueno, ahora que ya está todo, puede volver a su clase. Que pase un buen día.

Me incorporé y salí del despacho sin respirar. Cerré la puerta tras de mí y suspiré. Me deslicé hacia el suelo apoyándome en la pared. Ordené mis pensamientos. Lo único que me importaba ahora era la ausencia de Coby.

Cerré los ojos muy fuerte y me levanté para ir a clase antes de que termi…

Riiiiiiiiiiiiiiiiiiing

Mierda. Demasiado tarde. Corrí hacia clase antes de que todo el pasillo se llenase de gente para coger mi mochila. Y cuando salí con ella le vi. Iba a su clase de filología. Un momento… ¡yo también tenía clase de filología ahora!

Seguía a Coby de muy cerca, pero de repente desapareció ante mis estupefactos ojos. Entré en la clase para ver si estaba allí pero tampoco. ¿Dónde se había metido?

Justo entonces volvió a sonar el timbre y no me dio tiempo a ver si todavía estaba fuera porque entró la señorita Sigoiu.

--- Venga chicos, ¿es que no habéis oído el timbre? Sentaos.

Mientras ella pasaba lista me dediqué a mirar por la ventana. Era imposible que Coby hubiese desparecido delante de mí. ¿Y si todo eran imaginaciones mías? ¿Y si Coby estaba en casa y no había venido en todo el día? A decir verdad, mi imaginación ya me había jugado malas pasadas…

viernes, 2 de julio de 2010

Cap. 7: Mañana...


Me levanté de la cama con prisa. Quería desayunar pronto para que me diese tiempo de ordenar mi habitación antes de ir al instituto. Pero, gracias a mi siempre oportuna torpeza, se me enredó el pie en la colcha y caí de bruces al suelo. Bonita manera de empezar un buen día. Bueno, nada me va a estropear el día pensé. Ahora me doy cuenta de lo ingenua que fui. Fui a baño y sonreí a mi reflejo del espejo. Tenía el pelo muy alborotado. Cuando puse cada tirabuzón en su sitio, volví a sonreír satisfecha a esa chica que tenía enfrente y se parecía tanto a mí.

Me vestí todo lo rápido que se puede vestir una chica medio dormida y bajé corriendo las escaleras, teniendo cuidado de no tropezarme con mis propios pies. Desayuné mucho más rápido de lo que me imaginaba y antes de darme cuenta ya me encontraba ordenando mi habitación. Cogí la mochila llena de libros y me cepillé los dientes. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta. La cerré tras de mí y cuando pisé el felpudo sonó un crujido de papel.

Me quedé paralizada. Bajé la mirada hacia el suelo. Perfecto. Si mi día había empezado bien, iba a mejor.

Cogí el sobre y lo abrí. Saqué la nota y la desdoblé. Tenía los bordes rasgados y parecía más antigua que el sobre, como si hubiese sido metida allí años después de haberla escrito. Dentro, con una caligrafía que me sonaba de la anterior carta, decía:

“¿Por qué te asustaste ayer por la tarde? Pobrecita. Esta noche te llamo.”

Tiré la nota al suelo, con cierto desprecio. Esta vez no estaba asustada. Más bien, tenía curiosidad. ¿Cómo se supone que una persona, a la que no había visto (y creo que tampoco conocido), tenía mi teléfono?

Una cascada de ideas llenó mi cabeza mientras el autobús me llevaba al instituto. Ni siquiera necesité música para que el trayecto se me hiciese más corto. Las piezas no encajaban. ¿Tendría algo que ver con Alex?

Entré en el edificio buscando mi clase. Todo estaba cambiado. De un día para otro habían despejado el hall y quitado un bloque de taquillas medio rotas, y estaban instalando unas nuevas. No podía faltar la horterada de nuevos colores, que por supuesto, no pegaban los de unas taquillas con los de otras (morado y amarilla, por si queréis saberlo). Pasé de largo por aquella zona y fui a clase.

Cuarta clase: trigonometría. Allí estaba esperándome una de las peores clases de mi vida con Heather y Noah.

Hoy no se habían sentado en su sitio habitual. Habían adelantado dos puestos y estaban delante de mi mesa. Me senté esquivando la zancadilla de Noah. Chasqueó la lengua con un gesto de disgusto. Esperé a que llegase el señor Watering.

La clase pasaba sin las tonterías de mis queridísimas Hermanas Monster, cuando sonó un anuncio por megafonía:

“Abbie Launder, al despacho del director”

Un montón de caras extrañadas se giró para mirarme. Seguramente la mía tenía una expresión parecida porque nunca me habían mandado allí. Era muy extraño. No había hecho nada malo –voluntariamente… Heather sonrió con maldad hacia mí.

En ese momento me di cuenta de que no me había encontrado con Coby ni una sola vez en toda la mañana.