viernes, 28 de mayo de 2010

Cap. 5: Toc toc


Coby me miró aún más extrañado. Él mismo había sido testigo de las cosas que me pasaban y no podía entender porqué lloraba. ¿De verdad era tan absurdo echarse a llorar por lo que me estaba pasando? No. Simplemente, él no lo entendía.

Antes de darme cuenta estaba sentada en mi sofá, llorando como una niña de tres años y rodeada por los brazos de Coby. Así me sentía más protegida de lo que me había sentido en mucho tiempo. Él me abrazaba e intentaba consolarme. Era muy reconfortante estar entre sus brazos: un manto indestructible entre yo y el mundo. Quería contárselo todo, ahora más que cuando el móvil había empezado a sonar. Necesitaba aclararlo. Decirle todo lo que me había pasado durante estos absurdos días. Pero, igual en vez de creerme, me tomaba por loca. Me besó en la coronilla y poco después terminé de llorar. Me sequé las lágrimas con la manga de mi camiseta y Coby me levantó la cabeza con su mano en mi barbilla. Sonrió con complicidad, como si ya le hubiese contado todo, aunque era totalmente imposible. Me liberó de su abrazo y colocó su mano sobre la mía. Ahora yo respiraba más tranquila, intentando acompasar mi respiración con la de Coby. Estaba decidida. Iba a decírselo, pero… ¿y si me tomaba por loca? ¿Qué más da? De todas maneras, no creo que pueda parecer más loca de lo que ya lo parezco.

--- Siento… mi reacción. Estos días han sido muy difíciles para mí y… no quiero pensar más en ello.

Él no dejaba de sonreír, muy ligeramente, pero sonreír.

--- No habrá sido para tanto --- dijo. Si el supiera… --- venga, cuéntamelo. Seguro que han sido cosas del todo normales. ¿Qué hay de raro en que alguien te llame y pregunte por ti?

--- Ehm, es difícil de explicar… --- y aún así lo conseguí.

Le conté todo: mis pesadillas, el sobre morado con la nota dentro, el móvil que aparecía en otros lugares y las llamadas extrañas. Ésta era la primera en la que alguien contestaba.

Su cara expresaba una mezcla de sorpresa, concentración e incredulidad. No sabía cuál era exactamente la que más se notaba. Miré hacia le suelo intentando evitar su mirada.

Durante varios minutos (los más largos de mi vida) estuvo pensativo. Me exasperaba verlo con el ceño fruncido y no podía evitar fruncirlo yo también.

Luego levantó seguro la cabeza y me dijo:

--- No te preocupes. Yo voy a estar aquí contigo. Si no te importa claro…

¿Era esto real? No podía serlo. Me daban ganas de pegarme un pellizco. ¿Alguien comportándose conmigo como un… amigo? Definitivamente, esto no podía ser real…

Las lágrimas llegaron a mis ojos. Querían resbalarse sobre mis mejillas pero Coby me las limpió.

--- Coby, ¿me puedes hacer un favor?

--- Claro.

--- Pellízcame --- sabía que era una idiotez, pero quería ver si era verdad.

--- Eeee, creo que no.

--- Déjalo, son tonterías mías.

--- ¿Crees que todo esto es un sueño? --- parecía decepcionado. Como si el brillo de sus ojos se hubiese apagado por completo. Eso me ponía de muy mal humor.

--- No, no quería decir eso…--- volví a mirar hacia el suelo pesando en qué podía decirle. Era tan difícil expresarme delante de él…

--- No importa. Creo que lo entiendo. --- él también apartó la mirada de mí. Sonrió y me volvió a mirar --- De verdad, sé a lo que te refieres.

No pude evitarlo. Sonreí, y no era fingido. Pero, ese momentazo se volvió a estropear. Sin embargo, esta vez no era el móvil: eran unos golpes a la puerta. Era la llamada secreta que teníamos Alex y yo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Cap. 4: Vino a verme


Me acerqué al teléfono con un poco de temor. Seamos sinceros, estaba horriblemente asustada. Lo agarré y le dí a descolgar. Me acerqué el auricular al oído pero no oí nada extraño. Estaba muy concentrada intentando detectar algún sonido que no encajase con el profundo silencio que invadía el otro lado del teléfono. Justo antes de que la línea se cortase, se oyó a alguien llamar a la puerta. No quería que se repitiese lo del otro día. Si me volvía a encontrar un sobre morado encima del felpudo, iba a correr hasta las escaleras y encerrarme en mi habitación hasta que un meteorito acabase con todo indicio de raza humana.

Aún así seguí caminando, lentamente pero caminando, hasta la puerta. Ahora mismo maldecía al antiguo dueño de la casa por no haber puesto una mirilla en la puerta. Abrí el pomo con mucho cuidado. Me asomé y lo primero que hice fue mirar hacia abajo. Allí no había ningún sobre. En su lugar, había unas deportivas blancas. Miré hacia arriba para ver quien había llamado a mi puerta y vi a Coby. Tenía esa sonrisa tan bonita en la cara. Me puse roja como un tomate y no supe que decir. Coby sonrió aún más y yo solté una risa nerviosa. ¿Qué podía hacer si no?

Le invité a pasar y entró un poco cauteloso. Quería decirle “No muerdo, ¿eh?” Pero me hubiese arrepentido de decir esas tonterías. No estaba segura de que le gustasen esas bromas.

--- Mmm, ¿quieres tomar algo?

--- No gracias --- ¿era yo, o estaba preocupado? Su cara no reflejaba mucha alegría, pero no me quería meter en su vida.

Le dije que se sentase en el sofá y me hizo caso sin ni siquiera mirarme a la cara. Me senté a su lado intentando descifrar su expresión, pero no lo conseguía. Poco después su cara cambió por completo. Parecía muy contento de repente, en vez de concentrado con el ceño fruncido. Sus ojos verdes se iluminaron mucho, pero después de mirarme con esperanza, se volvieron a apagar, aunque no estaban tan opacos como al principio.

--- Tienes una casa muy bonita --- me dijo sonriendo.

--- Gracias. Mi madre tiene un don especial para la decoración. Eso sí, la cocina no le quedó muy bien que se diga. ¿Quieres pasar a verla?

--- Buf, no. Vengo andando desde mi casa y este sofá es muy cómodo. No te importa que haya venido a verte ¿verdad?

¡¿Ha dicho que ha venido a verme?! De repente olvidé todo lo malo que me había pasado. Por fin había alguien que quería estar conmigo, y (creo que) nadie le había sobornado.

--- Eh, mmm, no, pues claro que no. Me alegra que alguien pase por mi casa, en el centro de ninguna parte, y que no sea para ver a mi madre por negocios.

--- No será para tanto. No me creo que no tengas ningún amigo. Eres muy simpática y…

Otra vez la música. Ese tono de móvil. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y miré con cara asustada a Coby. Se extrañó.

--- ¿No lo vas a coger? --- le miré como a un loco. El problema era que él no sabía nada de lo que pasaba y la musiquita seguía sonando.

Me levanté y fui a la cocina. El móvil seguía estando donde lo había dejado: encima de la mesa de donde me acaba de tomar la lasaña.

--- Coby, ¿te importaría cogerlo a ti? --- ahora era él el que me miraba a mí como a una loca --- por favor…

Lo cogió. Sin mirar la pantalla le dio a descolgar y se lo puso junto al oído. Puso cara de concentrado y aún así estaba adorable. Creo que fueron los tres minutos más largos de mi vida.

--- He oído… una voz. Preguntaba por ti y luego ha colgado.

Volvieron las preguntas que hacía unos momentos se habían ido al hablar con Coby. No podía soportarlo y me eché a llorar.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cap. 3: Amistad por fin...

Esa noche casi no dormí desde esa horrible pesadilla. ¿Podía la ausencia de una amiga crear tal paranoia, o era que esas pesadillas eran como un “presagio” (por supuesto todo a mi manera…) de lo que ahora mismo estaba sucediendo?

Me levanté con un dolor de cabeza increíble que tuve desde las dos más o menos cuando empecé a sollozar por todo lo que me estaba pasando y sobre todo por Alex. No quería ir al instituto pero me resigné porque seguro que a mi madre le molestaba, y creo que ya estaba bastante enfadada con lo de “mi móvil nuevo” y no quería que además de enfadarse, se deprimiese más por no querer acercarme a más seres humanos que no fuesen ella.

Aunque el autobús no llegaba y faltaban diez minutos para empezar la clases, no me daba la gana andar porque desde ayer hasta el fin de mis restos iba a aborrecer ese camino. Estoy segura.

Cuando por fin llegó el autobús estaba casi vacío y las únicas personas que había me sonaban… de mi pesadilla. Y allí estaba yo, directa a un lugar de horrores donde en cualquier momento se podía hacer realidad cualquiera de mis pesadillas y donde si no se hacían realidad, Heather y Noah me asegurarían un día de locos.

La peor hora fue la de trigonometría: era la única que tenía con las DOS hermanas Monster de la Crueldad con las Impopulares (mi apodo para Heather y Noah cuando me ponían los pelos de punta de la pura rabia que me hacía desearles muertes horribles a ambas). Casi siempre tenía alguna clase con alguna de las dos, pero resulta que no eran tan valientes si no estaban la una con la otra. Aquella fue una de las pocas en las que me concedían el honor de lanzarme bolas y avioncitos de papel. Sabía que si le decía algo al señor Watering me acusaría de inmadura, infantil y quejica delante de toda la clase y no estaba muy dispuesta a oír luego: "Si te vas a poner a llorar avisa, ¿vale Abbie?" o algo como "Tienes que empezar a madurar, cariño, o te quedarás sin amigos. ¡Ay! Perdona, que ya no tienes…" De verdad que no estaba dispuesta. Los últimos cinco minutos fueron lentos e interminables. El segundero cada vez iba más lento y el último avión de papel casi me dio en el ojo, aunque las hermanas Monster estaban sentadas detrás de mí.

“Mañana nos vemos, perdedora”

Sonó el timbre para librarme de aquella tortura y sólo me quedaban dos clases más.

Cuando el autobús me llevó de camino a casa, parece ser que hubo una avería en el motor y paramos justo al lado del accidente. Yo y unos cuantos más de los que viajábamos en el autobús nos acercamos para ver cómo amanceban en el “rescate de los cadáveres” como dijo un compañero de mi clase de filología, Coby, creo. Era muy gracioso, aunque la situación no lo agradecía. El coche del accidente estaba volcado y estaban intentando quitarle la parte de abajo con un soplete y a mano. La habían quitado casi del todo cuando nos avisaron de que subiéramos al autobús de nuevo. Cuando me senté en uno de los asientos de atrás, Coby apareció a mi lado:

--- Hola, Abbie ¿no? ¿Puedo sentarme?

--- Por supuesto, no creo que te claves alguna espina que yo haya puesto por si alguien se sentaba a mi lado…

--- Es broma ¿no? --- me miró con la cara asustada. ¿Acaso no era él el gracioso de los dos?

--- ¡Por supuesto!

Su cara se relajó y se sentó a mi lado. Justo en el momento en el que yo miré por la ventana, el autobús arrancó y sacaban el primero de los cadáveres y se parecía a…

--- ¡Alex! ---grité sin pensar.

Todo el autobús se dio la vuelta para ver quien había gritado y todas las miradas se centraron en mí. Al rato, como no respondía, todos siguieron a lo suyo y como siempre, sin percatarse de que yo estaba allí. Coby me seguía mirando con cara rara y un ligero rubor rosa coloreó mis mejillas. ‘Seguro que no se ha enterado me mentí a mi misma. Coby sonrió ligeramente. Era rubio y delgado, pero no mucho. Tampoco era muy alto y vestía muy bien. La sonrisa le iluminaba la cara.

--- Perdona que te lo pregunte pero… ¿quién es Alex?--- no sabía que decir. Algo como “Oh, nadie, el cadáver que ha salido de ese coche’’ no quedaría bien.

---Eeh… Era mi mejor amiga. Se marchó hace unos días y no he podido localizarla. Me ha parecido que era la chica que sacaban del coche, pero no estoy segura.

---No, esa no era tu amiga. Lo están diciendo por la radio. Escucha.

Los dos escuchábamos la radio que tenía conectada el conductor. Decía que al cadáver lo habían identificado como Donna Stepovska, una chica que estaba de vacaciones aquí desde hacía cinco días.

--- Menos mal, prometo que era casi igual que Alex… pero eso tampoco me soluciona mucho las cosas.

El resto del camino Coby y yo estuvimos hablando del instituto y de porqué estábamos los dos solos. Él era alumno nuevo este año y no había conocido a nadie.

Entré muy segura y más contenta de lo normal. Creo que mi madre se alegró por verme así. Comí un poco de lasaña que había preparado mi madre anoche. Ella se fue mientras lavaba todos los platos. Me dirigía a hacer mis deberes (que no eran pocos) como siempre, cuando empecé a oír un timbre de móvil que me resultaba familiar desde la cocina. Volví a bajar las escaleras y allí estaba otra vez ese maldito móvil. ¿Es que me estaba persiguiendo? ¿No lo había guardado mi madre? Y lo que era más importante, si no estaba cuando yo estaba recogiendo todo, ¿cómo había llegado hasta allí?

jueves, 13 de mayo de 2010

Cap. 2: Llamada inesperada


Guardé la nota en el cajón de mi escritorio donde también había guardado el móvil y me intenté olvidarme de todas las cosas tan extrañas que me habían pasado ese mismo día. Todo me iba bien hasta hacía ¿cuánto? ¿Tres días? Era muy agobiante y, como he dicho antes, parecía irreal.

Saqué el libro de química y me introduje en el (odiado por todos) mundo de la composición de los elementos.

Terminé de hacer los deberes antes de lo que pensaba. Eran las seis y media y tenía casi toda la tarde por delante, así que bajé e hice un poco de zapping hasta que ya había visto el canal 27… veintisiete veces. Apagué la televisión y estuve sentada y ensimismada hasta que me di cuenta de que volvía a pensar en Alex, así que subí las escaleras para darme una ducha y puse en el lector de CDs que me regaló mi madre por mi cumpleaños un disco de los éxitos del año pasado que todavía estaba sin estrenar.

Mi madre llegó a las ocho, mientras yo estaba en el ordenador buscando mi nombre (sí, sé que es de idiotas, pero es que no tenía nada con lo que entretenerme…)

--- Cariño, ¿qué quieres para cenar?--- me preguntó desde la puerta de mi habitación.

--- Mmmm, creo que con un sándwich vege

tal

voy bien.

--- ¿Lo quieres con pollo?

Eso me dejó un poco… aturdida. ¿Desde cuando los sándwiches vegetales llevan pollo? Que yo sepa, los pollos no crecen en las plantas… que yo sepa.

--- No, mejor sin pollo, mamá.

Mi madre es una madre bastante normal. Se preocupa mucho por cómo estoy y como os he dicho antes, se deprime si me ve ensimismada y triste así que fingí una sonrisa. Creo que no convencí a mi madre de que estaba contenta. Me miró con los ojos entornados y se fue a preparar mi ‘’cena’’.

Después de tomarme mi súper sándwich y hablar un poco con mi madre de lo que había hecho esa tarde, subí a mi habitación y abrí mi armario para sacar el pijama y me encontré el móvil lila y en la pantalla había un mensaje.

Cogí el móvil para ver qué ponía.

“Abbie llamando’’

--- ¡¿Qué?! --- grité tanto que mi madre lo oyó y subió corriendo las escaleras para ver qué me pasaba.

--- Cariño ¿qué…? --- mi madre se quedó tan extrañada como yo, pero no por ver cómo yo estaba llamando (supuestamente) a un móvil que me había encontrado, sino por verme con un móvil que no era el mío --- ¿de donde has sacado ese móvil? --- parece ser que era una pregunta retórica, porque no me dejó responder --- trae aquí --- no quería dárselo, algo me decía que lo iba a necesitar, aunque ya tenía móvil. --- No sé para qué te compras uno nuevo sin decírmelo… Ay, ya hablaré contigo de esto.

Me dejó con la boca abierta. ¿Es que los sucesos extraños no iban a parar nunca? Estaba harta de que me pasaran a mí las cosas más raras del mundo.

Me terminé de poner el pijama y guardé la ropa que todavía estaba limpia. Preparé la ropa para el día siguiente y recogí todos mis libros en la mochila. Me metí en la cama esperando a las pesadillas, y esa noche no hubo excepción.

Estaba en el mismo baile de disfraces extravagantes y la misma chica se me acercaba, pero esta vez no se levantó la máscara: llevaba un sobre morado, como el que me había encontrado esa tarde en la puerta de mi casa. Lo abrí pero no había nada escrito en el papel de dentro. Aún así no paraba de darle vueltas hasta que, al levantar la vista, todo era oscuridad. La sala entera había desaparecido y solo estaba yo con el sobre, pero bajé la vista al suelo y también había una máscara. Era la que llevaba la chica que me había dado la carta. Era la de Alex. Cada vez la oscuridad iba desapareciendo y la máscara y el sobre también. Aparecí de nuevo en la sala del baile pero ya nadie llevaba aquellos trajes tan bonitos y con tantos adornos ni las máscaras que les tapaban la cara, ahora se les veía la cara a todos y llevaban ropa de calle. Estaban todos formando un círculo alrededor mí mirando con horror hacia mis pies y alguno me miraba a la cara con expectación. Reconocí a varios chicos de mi clase y de mi curso. Otros no me sonaban mucho, pero me resultaban bastante familiares. Tras el reconocimiento facial, bajé la mirada con curiosidad hacia mis pies, y justo delante de mí había una chica con la cara masacrada. Me acerqué un poco para saber si la conocía y era ella. Alex estaba allí tumbada, delante de mí, y estaba… muerta.

martes, 11 de mayo de 2010

Cap. 1: Pesadilla

Creo que tengo un problema: Alexandra, mi mejor amiga, se ha ido de la ciudad. Y no solo era mi mejor amiga, era mi única amiga. Llevo dos días intentando analizar la situación y cada día me parece más irreal al anterior. Pero el mayor problema es… que el número de teléfono que me dio era falso. ¿Por qué me hizo eso? No lo entiendo, éramos como uña y carne y de repente, así porque sí se iba y no me dejaba nada para seguirle la pista.



Esa mañana me desperté con muy mal humor. Por la noche había tenido pesadillas otra vez, pero esta era distinta a otras.

Estaba en una fiesta de disfraces antiguos, como los de Venecia, con bonitas máscaras y cosas así. De repente se me acercaba una chica y se levantaba la máscara. Debajo su cara estaba masacrada y se parecía mucho a Alexandra.

Me desperté gritando su nombre y empapada en sudor frío. Me quedé tumbada en la cama hasta que se me aclaraban las ideas. Estaba segura de que esa cara era la de Alex pero no sabía como reaccionar a aquello. El problema era que desde hacía unos días, muchas de esas extrañas pesadillas se hacían realidad. No exactamente como las veía, (lo que me faltaba ahora era ir a un baile de disfraces) pero siempre pasaba algo parecido así que, ¿ahora me tocaba ver la cara de Alexandra destrozada?

Aún así, me levanté de la cama y me despejé del todo lavándome la cara. Volví a mi habitación y me puse la ropa. Una camisa de tirantes y volantes rosa y unos vaqueros, nada fuera de lo normal, aunque mi armario tampoco es que derrochase estilo. Bajé las escaleras y me tomé los cereales. Como todos los días mi madre estaba en el trabajo desde muy temprano. Creo que le deprimía verme ensimismada en mis pensamientos, sin hacer caso al resto del mundo.

Después de tomarme el desayuno salí a la calle con mi mochila a esperar al autobús. Tardó un poco más de lo normal, pero nunca llegaba a la misma hora así que no me sorprendí mucho. Subí y me senté en uno de los asientos libres en la parte de atrás. Saqué mi iPod y me puse a escuchar Decode de Paramore. A los pocos segundos de que lo encendiera, el autobús arrancó y me dediqué a mirar por la ventana para ver el “maravilloso’’ paisaje que nos rodeaba: árboles, matorrales y de vez en cuando, pájaros y alguna que otra ardillita subida en un árbol. Pocos kilómetros antes de llegar al instituto, había un accidente de coche que llevaba por lo menos tres días allí sin que lograsen sacar los cadáveres.

Ese día no me esperaba nada interesante en el instituto, solo las habituales burlas de Heather y Noah. En cuanto entré por la puerta del hall, allí estaban las dos.

--- Chist, chist, perdedora, sí, tú, Abbie --- susurró Noah mientras Heather se partía de risa --- ¿sabes que eres una infeliz sin amigos?

Me daba absolutamente igual lo que dijeran ellas dos, lo que me fastidiaba es que no podía evitar pensar en Alex cuando decían aquello.

Después de las maravillosas clases con mis siempre simpáticos profesores y de unos cuantos super entretenidos trabajos que hacer para la semana que viene, salí del edificio para dirigirme hacia el autobús que esperaba para llevarnos a todos los estudiantes sin coche a casa, pero no sé porqué, me apeteció volver andando. Al kilómetro, estaba muy cansada. Había sido una mala idea, sobretodo porque mi mochila estaba llena a reventar.

El paseo fue, ¿cómo decirlo?, una tortura. A saber de donde había sacado la idea… Justo antes de llegar a casa, en una especie matorral al lado de la carretera, encontré un móvil lila con diamantitos de pega. Me sonaba mucho pero no sabía de qué. Ni siquiera sabía porqué me había fijado precisamente en ese matorral, porque no había escasez de matorrales precisamente. Aún así, lo cogí y lo metí en mi muy apretada mochila.

Llegué ha casa bastante tarde, así que mi madre ya no estaba. Genial. Tenía que decirle que iba a estar muy ocupada esta tarde. Me calenté la comida y comí bastante distraída, pensando en Alex y el móvil que encontré… ¿tendrían alguna relación?

Seguí sin pensar en nada y a la vez en todo hasta que sonó el timbre. No esperaba a nadie y mi madre no podía ser, así que me asusté un poco al principio porque no tengo a nadie conocido que quisiera visitarme… Tampoco pensaba que se pasaría alguno de los amigos de mi madre porque mi casa estaba en medio de la nada y no creo que nadie se pasase por allí.

Fui directamente a abrir la puerta, bastante decidida después de ver mi faceta asustadiza, pero… al abrir la puerta no había nadie. Miré a los dos lados por si acaso estaba escondido o había echado a correr, pero tampoco había rastro de ninguna persona. Algo me llamó la atención en el felpudo y vi un sobre morado encima de él. Me agaché y lo cogí. Dentro había una nota amarillenta, con aspecto antiguo, aunque creo que no lo era.

“Ese móvil es mío, Abbie, si no, ¿por qué te suena?”

Era bastante extraño… además, un sobre no puede llamar al timbre solo…