viernes, 29 de octubre de 2010

Cap. 11: Información


Miré a los verdes ojos de Coby que me observaban con una expresión que no supe bien cómo descifrar. Quizás de admiración.

- Buenos días Abs. ¿Qué tal estás hoy? - una sonrisa iluminó por completo su cara. Si serio era guapo, sonriendo aún más. Y creedme: serio era guapo.--- Abbie, ¿estás bien?

- ¿Eh? Sí, sí. Por supuesto-forcé una sonrisa que estoy segura de que parecía natural. Soñar despierta se me daba demasiado bien.

-Me alegro.-la verdad, realmente parecía contento de verme bien.

- Oye, ¿ayer viniste a clase?

-No, ¿por? - Perfecto, ahora alucinaciones. Seguramente me estaba volviendo loca.

-Porque creí verte, nada más.

Estuvimos mucho rato sin hablar. Mucho, mucho rato. La verdad es que se me hizo eterno. El corazón me latía a mil por hora y no paraba de morderme el labio. Me parecía que se iba a acabar haciendo una herida. De vez en cuando le miraba de reojo, por el mero hecho de comprobar que no se había volatilizado… de nuevo. ¿Debería contarle lo de anoche? No estaba segura. Con Noah había sido más fácil. ¿Por qué?

La respiración se me aceleraba por segundos. Deseaba salir en seguida de aquel autobús. Todo el remordimiento que me corroía se iba acumulando más y más en el aire del vehículo.

Cuando al fin llegamos a las puertas del instituto Napoleón, Coby no parecía haberse dado cuenta de mi lívida cara. Intenté aparentar toda la normalidad posible, sin arremeter contra la puerta, ni nada parecido. Con tranquilidad cogí la mochila y salí del autobús con paso decidido pero no muy apresurado. Hay que lograr mantener las apariencias, pensé. Me despedí de Coby con una sonrisa justo antes de entrar a clase de biología me topé con Noah de frente. Seguramente ésta era una de las clases en lasque no coincidía ella y Heather.

- ¿Es verdad que tú también...? - preguntó con los ojos llorosos.

- ¿Por qué tendría que haberte mentido? Es decir, ¿de qué me serviría? - inquirí.

- Entonces, ¿no me voy a ahogar? - esperaza. Los ojos de Noah son como ventanas a su alma.

- No lo creo. La verdad es que es bastante improbable ahora mismo. ¿Estás planeando una excursión al lago?

- No.

- Ahí lo tienes.

-Me quitas un gran peso de encima - su cara ya no era la que me había topado hacía unos momentos. - Aún así, no entiendo cómo hemos podido tener ese sueño las dos. La misma noche. Y además el dibujo… No tiene sentido - dijo como si allí se hallase la solución.

- Bienvenida a mi mundo… ---susurré.

La verdad es que me sentía mejor sabiendo que no era la única que tenía esas extrañas pesadillas, aunque seguro que Noah no recibía extrañas notas ni llamadas extravagantes. ¿Estaba delante de una fiel aleada o de un topo inspeccionando terreno enemigo?

Mi mente no dejaba de hacerse estas preguntas durante toda la clase siguiente, aunque algo dentro de mí me decía que podía confiar en ella, cuantas más vueltas le daba, más raro se hacía. Tenía que hablar seriamente con Noah. Sería bueno aprovechar esta tarde porque de momento no habían mandado muchos deberes.

viernes, 1 de octubre de 2010

Cap. 10: Silencio


Suspiré y puse los ojos en blanco. ¿Cómo no? Raro era que no coincidiera alguna de estas cosas, pero seguía sin tener sentido.

Suspiré y me decidí por ir al instituto. ¿Qué podía hacer sino? Tenía que ver a Coby y contarle lo que había soñado aquella noche y su relación con un dibujo que había hecho esa mañana.

Me desperecé un poco e intenté bajar las escaleras sin caerme rodando por ellas, cosa bastante difícil con mi excelente equilibrio. Además, madrugar no es lo mío. Con los ojos entre cerrados llené de cereales Frosties un tazón con leche y los calenté en el micro-ondas. Me dio un vuelco el corazón cuando de repente sonó el teléfono. Fui al salón, me senté en el sillón y lo cogí con poca gana, máxime si esa noche no había dormido suficientemente bien. Mis ojos se entornaron automáticamente al oír la voz que salía del teléfono.

--- ¿Abbie? – era Noah. Increíble que me dirigiese la palabra durante tanto tiempo seguido sin insultos… esto tenía que aparecer en el libro Guinnes de los récords.

--- ¿Sí? – mi voz sonó bastante más fuerte de lo que yo imaginaba que iba sonar. Mucho más fuerte de lo que yo me sentía.

--- Eeeh, no sé lo raro que te va a parecer esto, es una locura, sobre todo después de lo que te he hecho, de verdad que…

--- Noah, ve al grano. --- sentía ser tan dura con alguien, pero después de todo lo que ellas me habían hecho pasar desde primaria, no merecía mucho mi perdón. Aún así, me sentí un poco mal por dentro.

--- Vale, he soñado con el bosque de tu dibujo. Cuando lo vi me sonaba de algo pero no sabía de que. Tenía una sensación que no había tenido en mi vida, veía sombras en tu dibujo que no estaban y me sentía muy rara. Esta noche he soñado que me ahogaban en el lago del bosque. ¿Qué significa eso? Dime que lo sabes, por favor, dime que lo sabes. --- la inquietud que mostraba Noah no la había visto nunca en alguien como ella. Parecía que iba a llorar en cualquier momento.

Sentí tanta lástima que no pude evitar cambiar mi tono totalmente. Ella no podía saber nada de lo que yo había soñado. Ni siquiera lo sabía Coby.

--- Yo… yo tampoco lo entiendo. El dibujo lo hice involuntariamente. No sabía lo que hacía y… --- quería contarle que yo también había soñado esa noche, algo me decía que podía contar con ella, además, no había en mi cabeza ninguna voz que me dijese que no debía hacerlo. Tosí para aclararme la voz y me decidí por contárselo --- Yo también he tenido ese sueño.

Un incómodo silencio se apoderó de mi alrededor. Son esos silencios en los que lo único que se pueden decir son tonterías, así que por si acaso, puse mi propia mano sobre mi boca de tal manera que me fuese imposible pronunciar palabra. Tardó mucho en contestar, pero al final, ella rompió el silencio.

---Bueno, vamos a llegar tarde. Luego hablamos ¿vale?

Colgó sin darme tiempo a contestar. ¿No se suponía que era el perrito faldero de Heather, mi enemiga jurada?

Recuerdo cuando éramos más pequeñas, con once años, en verano. Siempre íbamos todas las chicas de clase juntas a la piscina y pasábamos el día allí. Heather y yo íbamos a todas partes juntas. Éramos inseparables. No sé muy bien qué pasó ese verano, que no nos volvimos a hablar, y de ahí pasamos a ser enemigas. Nunca me había planteado el porqué. Ni quería pensar en ello. Heather se había convertido en una persona horrible en los últimos años.

Miré el reloj en la cocina y oí una bocina en la calle. Noah tenía razón: íbamos a llegar tarde.

Me prepare todo lo rápido que pude, siempre sin sobrepasar la velocidad de la luz. Cogí la mochila y salí volando por las escaleras tropezándome a cada paso que daba.

Subí al autobús por los pelos, y el único sitio que quedaba libre era uno al final de autobús. Cuando me dí cuenta de quién estaba sentado al lado el corazón me dio un vuelco.

martes, 7 de septiembre de 2010

Cap. 9: El bosque


La clase se me estaba haciendo eterna. No es que fuese extraño, la verdad es que me suele pasar a menudo, pero esta esa especialmente larga.

La Srta. Sigoiu es una gran profesora. Siempre intenta hacer esta asignatura muy divertida, porque le gusta mucho y tal, pero cuando una asignatura es aburrida, por muy buena que sea la profesora, eso no hay quien lo cambie.

El segundero iba a la velocidad del minutero. Me di por vencida después de intentar escuchar cinco minutos de la insoportable lección y saqué mi cuaderno para dibujar. Me dediqué a dibujar líneas abstractas. De vez en cuando parecía que cogía forma, pero enseguida se volvía a difuminar todo.

Cuando ya me empezaba a aburrir de ello, justo sonó el timbre. Amontoné todo lo de encima de la mesa cogía la mochila y salí casi corriendo de clase. El pasillo era un caos. Me encontraba entre un montón de gente empujando y dando codazos, todos con el fin de llegar pronto a clase para coger un buen sitio. No había sido buena idea salir tan rápido. Me pegué a la pared esperando a que aquel río humano se disolviese poco a poco. Cuando los pasillos se volvieron transitables y solo quedaban un par de personas, me dispuse a caminar de nuevo cuando oí una voz a mi espalda.

---Bonito dibujo.--- me resultaba extraño oír ese tono de voz en esa persona: Noah.

No era sarcástico, ni irónico, ni burlón, parecía… amable. (No quiero decir el nombre de esa Hermana Monster ni el de ese adjetivo en la misma frase porque no quiero que mis lectores sufran un trauma psicológico).

Me di la vuelta, consciente de la cara de sorpresa/miedo/más sorpresa que yo tenía. Bajé la vista y me encontré con lo que Noah estaba mirando. Era mi cuaderno.

Esas líneas sin sentido se habían convertido en un precioso, aunque tenebroso bosque que parecía sacado de un cuento de hadas. En un claro había un lago de aguas placidas que parecías reflejar la luz del Sol. Me sorprendió bastante ver que eso lo había hecho yo misma.

---¿Es tuyo? Quiero decir, ¿lo has hecho tú? --- la voz de Noah me sacó de mi ensimismamiento.

---Sí, eso creo…--- afirmé con poca seguridad en la voz.

--- Es… maravilloso. No sabía que dibujases tan bien.

---Ni yo… --- mascullé en un susurro que casi no lo oí ni yo misma.

Sonó el timbre y me di cuenta de que esa conversación era del todo irrealista, pero no me dio tiempo de preguntarle a Noah a qué se debía su comportamiento porque se despidió y se fue tan rápido como yo había salido de la clase.

El resto del día me dediqué a pensar en todo detenidamente: Cobys que desaparecen, Hermanas Monster simpáticas (esto no crea un trauma, posiblemente un leve shock) y un dibujo que había hecho pero de forma inconsciente.

Solo llegué a la conclusión de que no había visto realmente a Coby y a Noah la habían abducido los extraterrestres y habían dejado a uno de los suyos en su lugar. Respecto al dibujo, no tenía ni idea de cómo podía haber dibujado yo eso, teniendo en cuenta mi 6 en plástica.

Esa noche me acosté con un dolor de cabeza horrible y con muchísimas ganas de descansar. En ese momento recordé que “alguien” me debía haber llamado aquella tarde. ¿A qué se debía la no-llamada de la persona que me dejaba las notas?

Me dormí pensando en ello. No sé si el rumbo de mis pensamientos tuvo algo que ver con la pesadilla de aquella noche, pero no la había tenido nunca.

Me encontraba en un bosque oscuro. Parecía de noche, aunque no se sabía muy bien porque las copas de los árboles no dejaban ver bien el cielo. No sabía porqué pero necesitaba correr. Y eso hice. Corrí hasta llegar a un lago de un claro. Ahora estaba segura de que era de noche.

No sabía qué hacer. Estaba nerviosa y no sabía porqué, quería correr pero, ¿hacia dónde? Me asomé a las aguas del lago. Estaban tan tranquilas… Acerqué más la cara hasta que mi imagen se reflejó las tranquilas aguas, pero no fui yo la que apareció, sino Alex, de nuevo. Luego apareció otra cara más. Y sentí que me empujaba hacia el fondo del lago. Yo trataba de dar bocanadas de aire pero lo único que entraba en mis pulmones era el agua gélida del lago, hasta que lo último que sentí fue que me ahogaba…

Me desperté muy agitada dando bocanadas tremendas de aire. Mis sueños eran tan realistas… Salté de la cama y busqué en mi mochila. Saqué el cuaderno. Tenía razón: el bosque de mi sueño era el que había dibujado esa mañana en el instituto.

jueves, 29 de julio de 2010

Cap. 8: Ilusiones


Me levanté de mi sitio temblando. Respiré hondo una vez y me encaminé hacia la puerta de clase. Todos me seguían mirando con esas caras tan estúpidas. Abrí la puerta y la dejé entreabierta mientras me dirigía al despacho del director Tell. Solo había entrado allí una vez porque un chico tiró una piedra al váter y yo lo había visto (vamos, de testigo), pero no me acordaba bien.

Llamé a la puerta con cierta vacilación esperando la ronca voz del director a través de la madera. Cuando la oí, abrí la puerta mirando al suelo y casi no me atreví a cerrarla. Cuando sonó un crujido, adelanté dos pasos y levanté la cabeza del suelo. Benjamin Tell había cambiado demasiado desde la última vez que le había visto: estaba totalmente calvo y una barbilla muy pronunciada sobresalía sobre todo. Unas gafas muy sencillas examinaban todo lo de su alrededor y además tenía un enorme lunar en su mejilla izquierda al que no podía dejar de mirar.

Levantó la vista del papeleo que tenía sobre su precioso escritorio de roble y se ajustó las gafas un poco sobre la nariz. Sus ojos marrón cálido le daban un aspecto afable y bonachón. Me relajé lo bastante para no dar un brinco cuando me invitó a que me sentara. Mis pasitos iban acompasados a los latidos de mi corazón. Me senté en la cómoda silla a trancas y barrancas. La verdad es que era un verdadero cambio de las incómodas sillas de case a esta. Que bien, acolchadita…

--- Señorita Launder --- su saludo me sacó de mi ensimismamiento y me tensé un poco de nuevo y él frunció el ceño. --- ¿se encuentra bien?

--- Eee, sí, perfectamente --- forcé una sonrisa aunque yo creo que me temblaba un poco la comisura del labio.

--- Bueno, la he mandado llamar por algo que usted debería saber. Está enterada ¿no? --- el corazón me dio un vuelco. No sabía cómo reaccionar. ¿Qué se supone que tenía yo que saber? No me había metido en ningún lío en todo el año… ¿Qué estaba pasando?

--- Lo siento, pero no se de que… de que habla…

--- Bueno, pues me alegra que yo le dé la noticia --- ¿? ¿Que le alegra? Definitivamente, estoy totalmente perdida. --- ha recibido una beca de estudios en la universidad de Oxford debido a su alto nivel en inglés. Sabemos que le queda mucho para tomar la decisión de aceptarla, pero en Oxford no se andan con pequeñeces y deseaban dársela ya.

--- Wow --- no sabía qué decir. Me había quedado en blanco. Yo no me esperaba ninguna beca, y menos de Oxford, y menos ahora.

--- Bueno, ahora que ya está todo, puede volver a su clase. Que pase un buen día.

Me incorporé y salí del despacho sin respirar. Cerré la puerta tras de mí y suspiré. Me deslicé hacia el suelo apoyándome en la pared. Ordené mis pensamientos. Lo único que me importaba ahora era la ausencia de Coby.

Cerré los ojos muy fuerte y me levanté para ir a clase antes de que termi…

Riiiiiiiiiiiiiiiiiiing

Mierda. Demasiado tarde. Corrí hacia clase antes de que todo el pasillo se llenase de gente para coger mi mochila. Y cuando salí con ella le vi. Iba a su clase de filología. Un momento… ¡yo también tenía clase de filología ahora!

Seguía a Coby de muy cerca, pero de repente desapareció ante mis estupefactos ojos. Entré en la clase para ver si estaba allí pero tampoco. ¿Dónde se había metido?

Justo entonces volvió a sonar el timbre y no me dio tiempo a ver si todavía estaba fuera porque entró la señorita Sigoiu.

--- Venga chicos, ¿es que no habéis oído el timbre? Sentaos.

Mientras ella pasaba lista me dediqué a mirar por la ventana. Era imposible que Coby hubiese desparecido delante de mí. ¿Y si todo eran imaginaciones mías? ¿Y si Coby estaba en casa y no había venido en todo el día? A decir verdad, mi imaginación ya me había jugado malas pasadas…

viernes, 2 de julio de 2010

Cap. 7: Mañana...


Me levanté de la cama con prisa. Quería desayunar pronto para que me diese tiempo de ordenar mi habitación antes de ir al instituto. Pero, gracias a mi siempre oportuna torpeza, se me enredó el pie en la colcha y caí de bruces al suelo. Bonita manera de empezar un buen día. Bueno, nada me va a estropear el día pensé. Ahora me doy cuenta de lo ingenua que fui. Fui a baño y sonreí a mi reflejo del espejo. Tenía el pelo muy alborotado. Cuando puse cada tirabuzón en su sitio, volví a sonreír satisfecha a esa chica que tenía enfrente y se parecía tanto a mí.

Me vestí todo lo rápido que se puede vestir una chica medio dormida y bajé corriendo las escaleras, teniendo cuidado de no tropezarme con mis propios pies. Desayuné mucho más rápido de lo que me imaginaba y antes de darme cuenta ya me encontraba ordenando mi habitación. Cogí la mochila llena de libros y me cepillé los dientes. Bajé corriendo las escaleras y abrí la puerta. La cerré tras de mí y cuando pisé el felpudo sonó un crujido de papel.

Me quedé paralizada. Bajé la mirada hacia el suelo. Perfecto. Si mi día había empezado bien, iba a mejor.

Cogí el sobre y lo abrí. Saqué la nota y la desdoblé. Tenía los bordes rasgados y parecía más antigua que el sobre, como si hubiese sido metida allí años después de haberla escrito. Dentro, con una caligrafía que me sonaba de la anterior carta, decía:

“¿Por qué te asustaste ayer por la tarde? Pobrecita. Esta noche te llamo.”

Tiré la nota al suelo, con cierto desprecio. Esta vez no estaba asustada. Más bien, tenía curiosidad. ¿Cómo se supone que una persona, a la que no había visto (y creo que tampoco conocido), tenía mi teléfono?

Una cascada de ideas llenó mi cabeza mientras el autobús me llevaba al instituto. Ni siquiera necesité música para que el trayecto se me hiciese más corto. Las piezas no encajaban. ¿Tendría algo que ver con Alex?

Entré en el edificio buscando mi clase. Todo estaba cambiado. De un día para otro habían despejado el hall y quitado un bloque de taquillas medio rotas, y estaban instalando unas nuevas. No podía faltar la horterada de nuevos colores, que por supuesto, no pegaban los de unas taquillas con los de otras (morado y amarilla, por si queréis saberlo). Pasé de largo por aquella zona y fui a clase.

Cuarta clase: trigonometría. Allí estaba esperándome una de las peores clases de mi vida con Heather y Noah.

Hoy no se habían sentado en su sitio habitual. Habían adelantado dos puestos y estaban delante de mi mesa. Me senté esquivando la zancadilla de Noah. Chasqueó la lengua con un gesto de disgusto. Esperé a que llegase el señor Watering.

La clase pasaba sin las tonterías de mis queridísimas Hermanas Monster, cuando sonó un anuncio por megafonía:

“Abbie Launder, al despacho del director”

Un montón de caras extrañadas se giró para mirarme. Seguramente la mía tenía una expresión parecida porque nunca me habían mandado allí. Era muy extraño. No había hecho nada malo –voluntariamente… Heather sonrió con maldad hacia mí.

En ese momento me di cuenta de que no me había encontrado con Coby ni una sola vez en toda la mañana.

domingo, 13 de junio de 2010

Cap. 6: Noche estrellada


Yo no quería abrir la puerta. Simplemente no quería arriesgarme a ver algo que no quería. No podría soportarlo. No había pasado ni una semana y ya me estaba volviendo loca. Tenía muchas cosas en la cabeza. ¿Quién me dijo que mi vida aquí iba a ser muy fácil? Ah sí, el padre que no soportó vivir aquí por el ‘estrés’…

Coby se acercó a la puerta y yo fui detrás de él, mirando a sus pies todo el rato hasta que se paró. El corazón me iba a cien por hora. Me daba la sensación de que todo el mundo en un radio de kilómetros podía oír mis latidos. Coby se dio la vuelta con el ceño fruncido.

--- Abre tú --- lo mato. No me daba la gana. ¿Cómo podía decirme eso? ¿No entendía todo lo que había soportado? Respiré hondo e intenté hacerle caso. Las manos me temblaban y no podía respirar con tranquilidad. Cerré los ojos con fuerza y acompasé mi respiración a la suya. Los volví a abrir, ahora un poco más tranquila.

Caminé hacia la puerta. La distancia de dos metros parecía dos kilómetros. Una parte en mi interior me decía que tenía que darme la vuelta, subir las escaleras y encerrarme en el baño para no salir nunca; pero la otra parte de mí me decía que debía ser más valiente de lo que había sido en estos pocos días. Así que hice caso a la última y abrí la puerta.

No puedo explicar exactamente todo lo que se me pasó por la cabeza en ese corto momento. Pensé en TODO. No hay otra manera de decirlo. ¿Sabéis eso de que cuando estás en un momento de peligro de muerte ves pasar toda tu vida ante tus ojos? Vale, igual me he pasado un poco. No estaba exactamente en “peligro de muerte”, pero fijaos en lo que me ha pasado estos días, ¿no creéis que podía estar en peligro de muerte? Y aunque no sea así, yo si lo consideraba, y creo que pensar en tantas cosas a la vez es malo porque yo me desmayé.

Sí, si llorar no era suficiente, allí estaba yo desmayada en mi sofá después de que Coby me dejase allí tumbada.

Cuando me desperté estaba despatarrada en el sofá, con la cabeza apoyada en los muslos de mi madre que me acariciaba el pelo. Giré la cabeza hacia la televisión y vi que estaba encendida. Mi madre no solía ver la tele nunca a no ser que estuviese preocupada. La miré con ojos entornados. Ella me sonreía.

--- ¿Por qué te desmayaste cuando me abriste la puerta? Menos mal que estaba ese chico…

--- ¿Eras tú? --- intenté tener fuerza en la voz pero no lo logré muy bien.

--- Claro, eran las siete, siempre llego a las siete a casa los jueves.

--- ¿Es jueves? --- sonó más un susurro que un grito, pero la intención es lo que cuenta.

No sabía que hoy era jueves. No lo había pensado. Si lo hubiese sabido no me hubiese puesto tan nerviosa. Qué ridículo he hecho. Nadie ha hecho lo que yo en un solo día…

Me levanté para comer algo. Miré el reloj de la cocina. Eran las nueve y media de la noche. Mi madre me miraba desde el salón con preocupación. Suspiré y abrí el frigorífico. Cogí una lechuga, unos tomates y dos huevos duros y preparé una ensalada. Cuando ya no tuve más hambre, la metí en la nevera de nuevo y me encerré en mi habitación. Cogí mi iPod y otra vez a escuchar música. Esta vez empecé donde antes lo había dejado: Supermassive Black Hole de Muse. Mi música rock que nunca faltase. Me tumbé en mi cama a descansar. Me encontraba bastante mal. Pensé en Coby. ¿Qué se pensaría de mí? Una loca que se desmaya porque viene su madre. Muy maduro. Me puse el pijama y apagué el iPod. Esperaría a otro día para explicarle a Coby todo.


Una noche estrellada y sin pesadillas se agradecía mucho, sobretodo después del peor día de mi vida. Había hecho un ridículo espantoso. Bueno, daba igual. Borrón y cuenta nueva. Hoy era un nuevo día y nada me lo iba a estropear.

viernes, 28 de mayo de 2010

Cap. 5: Toc toc


Coby me miró aún más extrañado. Él mismo había sido testigo de las cosas que me pasaban y no podía entender porqué lloraba. ¿De verdad era tan absurdo echarse a llorar por lo que me estaba pasando? No. Simplemente, él no lo entendía.

Antes de darme cuenta estaba sentada en mi sofá, llorando como una niña de tres años y rodeada por los brazos de Coby. Así me sentía más protegida de lo que me había sentido en mucho tiempo. Él me abrazaba e intentaba consolarme. Era muy reconfortante estar entre sus brazos: un manto indestructible entre yo y el mundo. Quería contárselo todo, ahora más que cuando el móvil había empezado a sonar. Necesitaba aclararlo. Decirle todo lo que me había pasado durante estos absurdos días. Pero, igual en vez de creerme, me tomaba por loca. Me besó en la coronilla y poco después terminé de llorar. Me sequé las lágrimas con la manga de mi camiseta y Coby me levantó la cabeza con su mano en mi barbilla. Sonrió con complicidad, como si ya le hubiese contado todo, aunque era totalmente imposible. Me liberó de su abrazo y colocó su mano sobre la mía. Ahora yo respiraba más tranquila, intentando acompasar mi respiración con la de Coby. Estaba decidida. Iba a decírselo, pero… ¿y si me tomaba por loca? ¿Qué más da? De todas maneras, no creo que pueda parecer más loca de lo que ya lo parezco.

--- Siento… mi reacción. Estos días han sido muy difíciles para mí y… no quiero pensar más en ello.

Él no dejaba de sonreír, muy ligeramente, pero sonreír.

--- No habrá sido para tanto --- dijo. Si el supiera… --- venga, cuéntamelo. Seguro que han sido cosas del todo normales. ¿Qué hay de raro en que alguien te llame y pregunte por ti?

--- Ehm, es difícil de explicar… --- y aún así lo conseguí.

Le conté todo: mis pesadillas, el sobre morado con la nota dentro, el móvil que aparecía en otros lugares y las llamadas extrañas. Ésta era la primera en la que alguien contestaba.

Su cara expresaba una mezcla de sorpresa, concentración e incredulidad. No sabía cuál era exactamente la que más se notaba. Miré hacia le suelo intentando evitar su mirada.

Durante varios minutos (los más largos de mi vida) estuvo pensativo. Me exasperaba verlo con el ceño fruncido y no podía evitar fruncirlo yo también.

Luego levantó seguro la cabeza y me dijo:

--- No te preocupes. Yo voy a estar aquí contigo. Si no te importa claro…

¿Era esto real? No podía serlo. Me daban ganas de pegarme un pellizco. ¿Alguien comportándose conmigo como un… amigo? Definitivamente, esto no podía ser real…

Las lágrimas llegaron a mis ojos. Querían resbalarse sobre mis mejillas pero Coby me las limpió.

--- Coby, ¿me puedes hacer un favor?

--- Claro.

--- Pellízcame --- sabía que era una idiotez, pero quería ver si era verdad.

--- Eeee, creo que no.

--- Déjalo, son tonterías mías.

--- ¿Crees que todo esto es un sueño? --- parecía decepcionado. Como si el brillo de sus ojos se hubiese apagado por completo. Eso me ponía de muy mal humor.

--- No, no quería decir eso…--- volví a mirar hacia el suelo pesando en qué podía decirle. Era tan difícil expresarme delante de él…

--- No importa. Creo que lo entiendo. --- él también apartó la mirada de mí. Sonrió y me volvió a mirar --- De verdad, sé a lo que te refieres.

No pude evitarlo. Sonreí, y no era fingido. Pero, ese momentazo se volvió a estropear. Sin embargo, esta vez no era el móvil: eran unos golpes a la puerta. Era la llamada secreta que teníamos Alex y yo.

domingo, 23 de mayo de 2010

Cap. 4: Vino a verme


Me acerqué al teléfono con un poco de temor. Seamos sinceros, estaba horriblemente asustada. Lo agarré y le dí a descolgar. Me acerqué el auricular al oído pero no oí nada extraño. Estaba muy concentrada intentando detectar algún sonido que no encajase con el profundo silencio que invadía el otro lado del teléfono. Justo antes de que la línea se cortase, se oyó a alguien llamar a la puerta. No quería que se repitiese lo del otro día. Si me volvía a encontrar un sobre morado encima del felpudo, iba a correr hasta las escaleras y encerrarme en mi habitación hasta que un meteorito acabase con todo indicio de raza humana.

Aún así seguí caminando, lentamente pero caminando, hasta la puerta. Ahora mismo maldecía al antiguo dueño de la casa por no haber puesto una mirilla en la puerta. Abrí el pomo con mucho cuidado. Me asomé y lo primero que hice fue mirar hacia abajo. Allí no había ningún sobre. En su lugar, había unas deportivas blancas. Miré hacia arriba para ver quien había llamado a mi puerta y vi a Coby. Tenía esa sonrisa tan bonita en la cara. Me puse roja como un tomate y no supe que decir. Coby sonrió aún más y yo solté una risa nerviosa. ¿Qué podía hacer si no?

Le invité a pasar y entró un poco cauteloso. Quería decirle “No muerdo, ¿eh?” Pero me hubiese arrepentido de decir esas tonterías. No estaba segura de que le gustasen esas bromas.

--- Mmm, ¿quieres tomar algo?

--- No gracias --- ¿era yo, o estaba preocupado? Su cara no reflejaba mucha alegría, pero no me quería meter en su vida.

Le dije que se sentase en el sofá y me hizo caso sin ni siquiera mirarme a la cara. Me senté a su lado intentando descifrar su expresión, pero no lo conseguía. Poco después su cara cambió por completo. Parecía muy contento de repente, en vez de concentrado con el ceño fruncido. Sus ojos verdes se iluminaron mucho, pero después de mirarme con esperanza, se volvieron a apagar, aunque no estaban tan opacos como al principio.

--- Tienes una casa muy bonita --- me dijo sonriendo.

--- Gracias. Mi madre tiene un don especial para la decoración. Eso sí, la cocina no le quedó muy bien que se diga. ¿Quieres pasar a verla?

--- Buf, no. Vengo andando desde mi casa y este sofá es muy cómodo. No te importa que haya venido a verte ¿verdad?

¡¿Ha dicho que ha venido a verme?! De repente olvidé todo lo malo que me había pasado. Por fin había alguien que quería estar conmigo, y (creo que) nadie le había sobornado.

--- Eh, mmm, no, pues claro que no. Me alegra que alguien pase por mi casa, en el centro de ninguna parte, y que no sea para ver a mi madre por negocios.

--- No será para tanto. No me creo que no tengas ningún amigo. Eres muy simpática y…

Otra vez la música. Ese tono de móvil. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y miré con cara asustada a Coby. Se extrañó.

--- ¿No lo vas a coger? --- le miré como a un loco. El problema era que él no sabía nada de lo que pasaba y la musiquita seguía sonando.

Me levanté y fui a la cocina. El móvil seguía estando donde lo había dejado: encima de la mesa de donde me acaba de tomar la lasaña.

--- Coby, ¿te importaría cogerlo a ti? --- ahora era él el que me miraba a mí como a una loca --- por favor…

Lo cogió. Sin mirar la pantalla le dio a descolgar y se lo puso junto al oído. Puso cara de concentrado y aún así estaba adorable. Creo que fueron los tres minutos más largos de mi vida.

--- He oído… una voz. Preguntaba por ti y luego ha colgado.

Volvieron las preguntas que hacía unos momentos se habían ido al hablar con Coby. No podía soportarlo y me eché a llorar.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cap. 3: Amistad por fin...

Esa noche casi no dormí desde esa horrible pesadilla. ¿Podía la ausencia de una amiga crear tal paranoia, o era que esas pesadillas eran como un “presagio” (por supuesto todo a mi manera…) de lo que ahora mismo estaba sucediendo?

Me levanté con un dolor de cabeza increíble que tuve desde las dos más o menos cuando empecé a sollozar por todo lo que me estaba pasando y sobre todo por Alex. No quería ir al instituto pero me resigné porque seguro que a mi madre le molestaba, y creo que ya estaba bastante enfadada con lo de “mi móvil nuevo” y no quería que además de enfadarse, se deprimiese más por no querer acercarme a más seres humanos que no fuesen ella.

Aunque el autobús no llegaba y faltaban diez minutos para empezar la clases, no me daba la gana andar porque desde ayer hasta el fin de mis restos iba a aborrecer ese camino. Estoy segura.

Cuando por fin llegó el autobús estaba casi vacío y las únicas personas que había me sonaban… de mi pesadilla. Y allí estaba yo, directa a un lugar de horrores donde en cualquier momento se podía hacer realidad cualquiera de mis pesadillas y donde si no se hacían realidad, Heather y Noah me asegurarían un día de locos.

La peor hora fue la de trigonometría: era la única que tenía con las DOS hermanas Monster de la Crueldad con las Impopulares (mi apodo para Heather y Noah cuando me ponían los pelos de punta de la pura rabia que me hacía desearles muertes horribles a ambas). Casi siempre tenía alguna clase con alguna de las dos, pero resulta que no eran tan valientes si no estaban la una con la otra. Aquella fue una de las pocas en las que me concedían el honor de lanzarme bolas y avioncitos de papel. Sabía que si le decía algo al señor Watering me acusaría de inmadura, infantil y quejica delante de toda la clase y no estaba muy dispuesta a oír luego: "Si te vas a poner a llorar avisa, ¿vale Abbie?" o algo como "Tienes que empezar a madurar, cariño, o te quedarás sin amigos. ¡Ay! Perdona, que ya no tienes…" De verdad que no estaba dispuesta. Los últimos cinco minutos fueron lentos e interminables. El segundero cada vez iba más lento y el último avión de papel casi me dio en el ojo, aunque las hermanas Monster estaban sentadas detrás de mí.

“Mañana nos vemos, perdedora”

Sonó el timbre para librarme de aquella tortura y sólo me quedaban dos clases más.

Cuando el autobús me llevó de camino a casa, parece ser que hubo una avería en el motor y paramos justo al lado del accidente. Yo y unos cuantos más de los que viajábamos en el autobús nos acercamos para ver cómo amanceban en el “rescate de los cadáveres” como dijo un compañero de mi clase de filología, Coby, creo. Era muy gracioso, aunque la situación no lo agradecía. El coche del accidente estaba volcado y estaban intentando quitarle la parte de abajo con un soplete y a mano. La habían quitado casi del todo cuando nos avisaron de que subiéramos al autobús de nuevo. Cuando me senté en uno de los asientos de atrás, Coby apareció a mi lado:

--- Hola, Abbie ¿no? ¿Puedo sentarme?

--- Por supuesto, no creo que te claves alguna espina que yo haya puesto por si alguien se sentaba a mi lado…

--- Es broma ¿no? --- me miró con la cara asustada. ¿Acaso no era él el gracioso de los dos?

--- ¡Por supuesto!

Su cara se relajó y se sentó a mi lado. Justo en el momento en el que yo miré por la ventana, el autobús arrancó y sacaban el primero de los cadáveres y se parecía a…

--- ¡Alex! ---grité sin pensar.

Todo el autobús se dio la vuelta para ver quien había gritado y todas las miradas se centraron en mí. Al rato, como no respondía, todos siguieron a lo suyo y como siempre, sin percatarse de que yo estaba allí. Coby me seguía mirando con cara rara y un ligero rubor rosa coloreó mis mejillas. ‘Seguro que no se ha enterado me mentí a mi misma. Coby sonrió ligeramente. Era rubio y delgado, pero no mucho. Tampoco era muy alto y vestía muy bien. La sonrisa le iluminaba la cara.

--- Perdona que te lo pregunte pero… ¿quién es Alex?--- no sabía que decir. Algo como “Oh, nadie, el cadáver que ha salido de ese coche’’ no quedaría bien.

---Eeh… Era mi mejor amiga. Se marchó hace unos días y no he podido localizarla. Me ha parecido que era la chica que sacaban del coche, pero no estoy segura.

---No, esa no era tu amiga. Lo están diciendo por la radio. Escucha.

Los dos escuchábamos la radio que tenía conectada el conductor. Decía que al cadáver lo habían identificado como Donna Stepovska, una chica que estaba de vacaciones aquí desde hacía cinco días.

--- Menos mal, prometo que era casi igual que Alex… pero eso tampoco me soluciona mucho las cosas.

El resto del camino Coby y yo estuvimos hablando del instituto y de porqué estábamos los dos solos. Él era alumno nuevo este año y no había conocido a nadie.

Entré muy segura y más contenta de lo normal. Creo que mi madre se alegró por verme así. Comí un poco de lasaña que había preparado mi madre anoche. Ella se fue mientras lavaba todos los platos. Me dirigía a hacer mis deberes (que no eran pocos) como siempre, cuando empecé a oír un timbre de móvil que me resultaba familiar desde la cocina. Volví a bajar las escaleras y allí estaba otra vez ese maldito móvil. ¿Es que me estaba persiguiendo? ¿No lo había guardado mi madre? Y lo que era más importante, si no estaba cuando yo estaba recogiendo todo, ¿cómo había llegado hasta allí?

jueves, 13 de mayo de 2010

Cap. 2: Llamada inesperada


Guardé la nota en el cajón de mi escritorio donde también había guardado el móvil y me intenté olvidarme de todas las cosas tan extrañas que me habían pasado ese mismo día. Todo me iba bien hasta hacía ¿cuánto? ¿Tres días? Era muy agobiante y, como he dicho antes, parecía irreal.

Saqué el libro de química y me introduje en el (odiado por todos) mundo de la composición de los elementos.

Terminé de hacer los deberes antes de lo que pensaba. Eran las seis y media y tenía casi toda la tarde por delante, así que bajé e hice un poco de zapping hasta que ya había visto el canal 27… veintisiete veces. Apagué la televisión y estuve sentada y ensimismada hasta que me di cuenta de que volvía a pensar en Alex, así que subí las escaleras para darme una ducha y puse en el lector de CDs que me regaló mi madre por mi cumpleaños un disco de los éxitos del año pasado que todavía estaba sin estrenar.

Mi madre llegó a las ocho, mientras yo estaba en el ordenador buscando mi nombre (sí, sé que es de idiotas, pero es que no tenía nada con lo que entretenerme…)

--- Cariño, ¿qué quieres para cenar?--- me preguntó desde la puerta de mi habitación.

--- Mmmm, creo que con un sándwich vege

tal

voy bien.

--- ¿Lo quieres con pollo?

Eso me dejó un poco… aturdida. ¿Desde cuando los sándwiches vegetales llevan pollo? Que yo sepa, los pollos no crecen en las plantas… que yo sepa.

--- No, mejor sin pollo, mamá.

Mi madre es una madre bastante normal. Se preocupa mucho por cómo estoy y como os he dicho antes, se deprime si me ve ensimismada y triste así que fingí una sonrisa. Creo que no convencí a mi madre de que estaba contenta. Me miró con los ojos entornados y se fue a preparar mi ‘’cena’’.

Después de tomarme mi súper sándwich y hablar un poco con mi madre de lo que había hecho esa tarde, subí a mi habitación y abrí mi armario para sacar el pijama y me encontré el móvil lila y en la pantalla había un mensaje.

Cogí el móvil para ver qué ponía.

“Abbie llamando’’

--- ¡¿Qué?! --- grité tanto que mi madre lo oyó y subió corriendo las escaleras para ver qué me pasaba.

--- Cariño ¿qué…? --- mi madre se quedó tan extrañada como yo, pero no por ver cómo yo estaba llamando (supuestamente) a un móvil que me había encontrado, sino por verme con un móvil que no era el mío --- ¿de donde has sacado ese móvil? --- parece ser que era una pregunta retórica, porque no me dejó responder --- trae aquí --- no quería dárselo, algo me decía que lo iba a necesitar, aunque ya tenía móvil. --- No sé para qué te compras uno nuevo sin decírmelo… Ay, ya hablaré contigo de esto.

Me dejó con la boca abierta. ¿Es que los sucesos extraños no iban a parar nunca? Estaba harta de que me pasaran a mí las cosas más raras del mundo.

Me terminé de poner el pijama y guardé la ropa que todavía estaba limpia. Preparé la ropa para el día siguiente y recogí todos mis libros en la mochila. Me metí en la cama esperando a las pesadillas, y esa noche no hubo excepción.

Estaba en el mismo baile de disfraces extravagantes y la misma chica se me acercaba, pero esta vez no se levantó la máscara: llevaba un sobre morado, como el que me había encontrado esa tarde en la puerta de mi casa. Lo abrí pero no había nada escrito en el papel de dentro. Aún así no paraba de darle vueltas hasta que, al levantar la vista, todo era oscuridad. La sala entera había desaparecido y solo estaba yo con el sobre, pero bajé la vista al suelo y también había una máscara. Era la que llevaba la chica que me había dado la carta. Era la de Alex. Cada vez la oscuridad iba desapareciendo y la máscara y el sobre también. Aparecí de nuevo en la sala del baile pero ya nadie llevaba aquellos trajes tan bonitos y con tantos adornos ni las máscaras que les tapaban la cara, ahora se les veía la cara a todos y llevaban ropa de calle. Estaban todos formando un círculo alrededor mí mirando con horror hacia mis pies y alguno me miraba a la cara con expectación. Reconocí a varios chicos de mi clase y de mi curso. Otros no me sonaban mucho, pero me resultaban bastante familiares. Tras el reconocimiento facial, bajé la mirada con curiosidad hacia mis pies, y justo delante de mí había una chica con la cara masacrada. Me acerqué un poco para saber si la conocía y era ella. Alex estaba allí tumbada, delante de mí, y estaba… muerta.

martes, 11 de mayo de 2010

Cap. 1: Pesadilla

Creo que tengo un problema: Alexandra, mi mejor amiga, se ha ido de la ciudad. Y no solo era mi mejor amiga, era mi única amiga. Llevo dos días intentando analizar la situación y cada día me parece más irreal al anterior. Pero el mayor problema es… que el número de teléfono que me dio era falso. ¿Por qué me hizo eso? No lo entiendo, éramos como uña y carne y de repente, así porque sí se iba y no me dejaba nada para seguirle la pista.



Esa mañana me desperté con muy mal humor. Por la noche había tenido pesadillas otra vez, pero esta era distinta a otras.

Estaba en una fiesta de disfraces antiguos, como los de Venecia, con bonitas máscaras y cosas así. De repente se me acercaba una chica y se levantaba la máscara. Debajo su cara estaba masacrada y se parecía mucho a Alexandra.

Me desperté gritando su nombre y empapada en sudor frío. Me quedé tumbada en la cama hasta que se me aclaraban las ideas. Estaba segura de que esa cara era la de Alex pero no sabía como reaccionar a aquello. El problema era que desde hacía unos días, muchas de esas extrañas pesadillas se hacían realidad. No exactamente como las veía, (lo que me faltaba ahora era ir a un baile de disfraces) pero siempre pasaba algo parecido así que, ¿ahora me tocaba ver la cara de Alexandra destrozada?

Aún así, me levanté de la cama y me despejé del todo lavándome la cara. Volví a mi habitación y me puse la ropa. Una camisa de tirantes y volantes rosa y unos vaqueros, nada fuera de lo normal, aunque mi armario tampoco es que derrochase estilo. Bajé las escaleras y me tomé los cereales. Como todos los días mi madre estaba en el trabajo desde muy temprano. Creo que le deprimía verme ensimismada en mis pensamientos, sin hacer caso al resto del mundo.

Después de tomarme el desayuno salí a la calle con mi mochila a esperar al autobús. Tardó un poco más de lo normal, pero nunca llegaba a la misma hora así que no me sorprendí mucho. Subí y me senté en uno de los asientos libres en la parte de atrás. Saqué mi iPod y me puse a escuchar Decode de Paramore. A los pocos segundos de que lo encendiera, el autobús arrancó y me dediqué a mirar por la ventana para ver el “maravilloso’’ paisaje que nos rodeaba: árboles, matorrales y de vez en cuando, pájaros y alguna que otra ardillita subida en un árbol. Pocos kilómetros antes de llegar al instituto, había un accidente de coche que llevaba por lo menos tres días allí sin que lograsen sacar los cadáveres.

Ese día no me esperaba nada interesante en el instituto, solo las habituales burlas de Heather y Noah. En cuanto entré por la puerta del hall, allí estaban las dos.

--- Chist, chist, perdedora, sí, tú, Abbie --- susurró Noah mientras Heather se partía de risa --- ¿sabes que eres una infeliz sin amigos?

Me daba absolutamente igual lo que dijeran ellas dos, lo que me fastidiaba es que no podía evitar pensar en Alex cuando decían aquello.

Después de las maravillosas clases con mis siempre simpáticos profesores y de unos cuantos super entretenidos trabajos que hacer para la semana que viene, salí del edificio para dirigirme hacia el autobús que esperaba para llevarnos a todos los estudiantes sin coche a casa, pero no sé porqué, me apeteció volver andando. Al kilómetro, estaba muy cansada. Había sido una mala idea, sobretodo porque mi mochila estaba llena a reventar.

El paseo fue, ¿cómo decirlo?, una tortura. A saber de donde había sacado la idea… Justo antes de llegar a casa, en una especie matorral al lado de la carretera, encontré un móvil lila con diamantitos de pega. Me sonaba mucho pero no sabía de qué. Ni siquiera sabía porqué me había fijado precisamente en ese matorral, porque no había escasez de matorrales precisamente. Aún así, lo cogí y lo metí en mi muy apretada mochila.

Llegué ha casa bastante tarde, así que mi madre ya no estaba. Genial. Tenía que decirle que iba a estar muy ocupada esta tarde. Me calenté la comida y comí bastante distraída, pensando en Alex y el móvil que encontré… ¿tendrían alguna relación?

Seguí sin pensar en nada y a la vez en todo hasta que sonó el timbre. No esperaba a nadie y mi madre no podía ser, así que me asusté un poco al principio porque no tengo a nadie conocido que quisiera visitarme… Tampoco pensaba que se pasaría alguno de los amigos de mi madre porque mi casa estaba en medio de la nada y no creo que nadie se pasase por allí.

Fui directamente a abrir la puerta, bastante decidida después de ver mi faceta asustadiza, pero… al abrir la puerta no había nadie. Miré a los dos lados por si acaso estaba escondido o había echado a correr, pero tampoco había rastro de ninguna persona. Algo me llamó la atención en el felpudo y vi un sobre morado encima de él. Me agaché y lo cogí. Dentro había una nota amarillenta, con aspecto antiguo, aunque creo que no lo era.

“Ese móvil es mío, Abbie, si no, ¿por qué te suena?”

Era bastante extraño… además, un sobre no puede llamar al timbre solo…